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Me vengo encontrando con esas lecturas de las que uno inexorablemente destaca, aunque no quiera, la pluma por sobre la historia.Una de esas lecturas es Los Premios, una novela de Julio Cortázar que cuenta, con su auténtica y destacable forma de narrar, el cruce de caminos entre personas de diferentes contextos sociales y culturales que se ven premiados inesperadamente con un viaje en un navío de la empresa Magenta Star. En una serie de malentendidos, comprendemos claramente tanto lo que el miedo puede generar en las personas, así como el poder de la información, la verdad y cómo se escribe la Historia, esa con mayúscula que es acotada y deja mucho sin decir.La trama es ingeniosa, como la construcción de cada personaje, como la historia que cada uno trae al barco y la que viven a bordo, como el lenguaje elegido en cada ocasión y para cada conversación en particular. Ni hablemos de la pluma del autor. Caigo en el mismo limbo de siempre, de no poder decir más de todo lo que ya se ha dicho.Cortázar es así. Corrijo, Cortázar siempre fue así, y no queda más que seguir recorriendo sus libros, que difícilmente nos harten en algún momento. Será cuestión de elegir otro libro con el mismo apellido en la portada, de seguir propiciando encuentros con lecturas en las que uno inexorablemente destaca, aunque no quiera, la pluma por sobre la historia. Los gestos por sobre los rasgos. La forma de decir por sobre la trama.