Si, siguiendo a Clausewitz, la guerra es la continuación de la polÃtica por otros medios, habrÃa que considerar a los tercios como un instrumento esencial de la polÃtica de los Austrias. Macedonia tuvo sus falanges. Roma, sus legiones. Y España, sus tercios. Siempre mal pagados, siempre blasfemando bajo los coletos atravesados por una cruz roja, los tercios enmarcan con sus picas un perÃodo fulgurante de la historia de España, para acabar muriendo bajo sus banderas desgarradas en una larga agonÃa en los campos de batalla europeos y, de forma más dolorosa, en la memoria de sus compatriotas. De ahà el colosal aporte historiográfico que supuso la publicación en 1999 de De PavÃa a Rocroi. Los tercios españoles, de Julio Albi de la Cuesta, una obra seminal que recuperaba del olvido a «aquellos hombres que fueron tan famosos y temidos en el mundo, los que avasallaron prÃncipes, los que dominaron naciones, los que conquistaron provincias, los que dieron ley a la mayor parte de Europa».