CALIFICACIÓN REAL: 3.5 estrellas

El reconocido explorador y viajero Samuel Fergusson es acompañado por dos personas de su confianza: su buen amigo, el cazador Dick Keneddy y su fiel criado Joe. Juntos, vivirán una serie de aventuras y desventuras a bordo del Victoria, un globo aerostático ideado con los requerimientos necesarios para atravesar el continente africano de este a oeste. Esta empresa tan grande y arriesgada será llevaba a cabo con la intención de unir los hallazgos, rutas y descubrimientos de las zonas inexploradas de su viaje a las de otros viajeros y exploradores del pasado.
Veamos qué experiencia nos puede ofrecer la primera novela publicada por Julio Verne.

La obra comienza de una forma bastante lenta y tediosa, en medio de un discurso muy poco cautivador. Posterior a esto es cuando empieza el preámbulo y los preparativos para esta odisea aérea, en donde ya se empieza a generar cierto interés y expectación por el viaje, e inminentemente el despegue de este título es a la par con el del globo; aunque en general, gran parte de la historia se intercala con especificaciones y datos técnicos e información sobre las historias de otros aventureros e investigadores de esta zona de África. Esto último suele ser bastante omitido en muchas ediciones, donde se conserva netamente lo relevante y aventuresco del relato; mi edición es la completa, por lo que mi experiencia fue íntegra. Aun así, puedo decir que los capítulos que suelen omitirse, tampoco es que afecten tanto a la obra o le pesen. No veo que sea tan indispensable la omisión de estos capítulos para otras ediciones más resumidas y/o escolares.

Hubo algo que llamó mi atención, y es que, en la primera parte de esta novela, se menciona a un tal capitán Grant, del ejército de las Indias. Lo curioso es que también tengo un ejemplar de Los hijos del capitán Grant; por lo que no sé si dicha coincidencia de nombres sólo sea un homenaje y/o referencia del posterior libro a favor del presente, o si efectivamente ambas obras puedan estar relacionadas argumentalmente de algún modo.
Otra detalle que noté fue lo siguiente: [...] ‘’pero en aquellos ramilletes se refugiaban de los últimos calores del día leones, leopardos, hienas y tigres’’. Menciono esto ya que tenía entendido que estos últimos felinos no habitaban en África, aunque claro, esta obra fue publicada cuando aún no se terminaba de explorar dicho continente y quizás la creencia era que sí podían haber tigres en aquel entonces.
Por otra parte, me encanta leer cosas antiguas pensando en que algún mazapán se ofenderá de algo. Por ejemplo, en un momento se dice que los monos prácticamente no se diferencian mucho de los negros. También se dice lo siguiente: ‘’¡Negros en lugar de caimanes! Mal por mal, los prefiero’’. ¡Ay! con tan solo imaginar que alguien va a lloriquear y/o ofenderse tras llegar a esa parte del libro o leer esto de mi reseña, inmediatamente gozo y comienzo a rechinar mis dientes
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