«A pesar de que el jefe de estación Fallmerayer no tenÃa un carácter propenso a fantasear, le pareció que aquel era un dÃa marcado por el destino de una manera muy especial y, mientras miraba hacia fuera por la ventana, empezó a temblar de verdad. Dentro de treinta y seis minutos pasarÃa el tren rápido que iba a Merano. Dentro de treinta y seis minutos—asà le pareció a Fallmerayer—la noche serÃa completa».