Todas las muchachas estaban ya acomodadas en los asientos. Eran veinticuatro en total, más la profesora.
El mismo número que la otra vez.
Pero éstas no chupaban piruletas, y aunque algunas de ellas sà mascaban chicles, era de suponer, dada su mayor edad, que no los pegasen luego en los asientos.
Peter miró a la atractiva profesora de Educación FÃsica.
Se habÃa acomodado en uno de los primeros asientos del autobús, y estaba muy serÃa. Una lástima, porque estaba mucho más bonita cuando sonreÃa.
Se sentó en su asiento, frente al volante, y puso el motor en marcha. Segundos después, el autobús arrancaba.
Era el comienzo de la excursión. Una excursión… al mundo del terror.
Aunque nadie podÃa suponerlo, claro.
De haber sabido lo que les aguardaba, ninguno de ellos hubiese salido de Londres. Ni por todo el oro del mundo.