Este libro es un peculiar tratado de psicologÃa. Se ocupa de las fuentes del mal. Es un ensayo de espeleologÃa Ãntima, de descenso al núcleo Ãgneo del volcán humano. La conciencia moral ha trabajado durante muchos siglos sobre sà misma, perforando galerÃas en la roca amorfa de nuestra intimidad. Los héroes griegos de la IlÃada tal vez no tuvieran capacidad de reflexión. Nuestros sentidos, nuestros deseos, están vertidos al exterior. Son centrÃfugos. Volverse hacia uno mismo exigÃa una torsión cataclÃsmica. Y sólo la implacable exigencia moral tuvo potencia suficiente para impulsarla. TenÃa razón Sartre al decir que los moralistas han sido los maestros de la introspección. Se quedó corto. Fueron sus inventores. Pero esa búsqueda dividió el mundo en dos mitades. Lo bueno era irreal, estaba fuera, en el reino de los fines. Lo malo, en cambio, está ya en nuestra naturaleza terrible e indecisa. La gran creación consiste en saltar de la realidad a la ficción. En inventar nuestra esencia a partir de nuestras limitaciones.
Marina enlaza la idea de vicio con los hábitos, una noción fundamental para comprender la personalidad humana. Tanto los vicios como las virtudes son hábitos que incitan a actuar, mal o bien. Y tiene siempre presente la idea de «Anábasis», subida, ese afán de superación que define a la naturaleza humana. El análisis del mal lleva a Marina a reflexionar sobre las tres etapas del descubrimiento moral: lo puro y lo impuro, la falta objetiva o la culpabilidad sin responsabilidad, la falta subjetiva o la unión de responsabilidad y culpa. A su vez, relaciona los grandes vicios con las grandes pasiones, y éstas con los tres deseos fundamentales: el placer, la vinculación afectiva, la ampliación de posibilidades del Yo. AsÃ, Marina, actuando una vez más como detective cultural, se acerca al corazón de las tinieblas, de donde acabará saliendo un resplandor oscuro. Lo hace investigando una poderosa y duradera tradición de la cultura occidental. El canon de la perversidad. Durante más de quince siglos se transmitieron unos detallados planos de los sótanos del alma, divididos en siete grandes estancias: los siete vicios capitales. Esta figuración dio origen a una rica imaginerÃa, a un mundo simbólico completo, que podrÃa llenar museos enteros. Se comprueba una vez más que la inteligencia humana vuelve ilimitado todo lo que toca. Los deseos también. Baudelaire veÃa en la infinitud de los vicios una prueba de la infinitud de las aspiraciones humanas. Al acercarse a la formulación clásica de los vicios capitales, Marina descubre un elaborado sistema de las pasiones humanas y de sus ambivalencias. Es decir, el dramatismo enérgico de nuestra condición. Este libro trata, pues, de la vida.