El épico final de la saga «Guerrero dragón». La gran revelación ha llegado. Los hechiceros se han levantado y no se detendrán hasta someter a todo el reino de Argoth bajo sus pies. Lord Mergante, el Gran Vidente, finalmente logra ejecutar su plan: deshacerse de los Iluminados y matar a todos los guerreros dragón. Degoth y Dina se esconden para salvar sus vidas, pero saben que no pueden permanecer en las sombras. Si lo hacen, el reino caerá y el Gran Vidente regirá como emperador supremo. El plan es sencillo. Formar una resistencia y combatir al hechicero. Asà que Degoth y Dina se unen al maestro Slepten, Rafel el alquimista, Ornef el bibliotecario, Tom el tabernero, Joneh-duné el herrero, y a otros nuevos personajes, para luchar. Es una guerra hasta la muerte, y para regresar la pasa el reinoÂ… algunos tendrán que dar su vida. No te pierdas la quinta aventura del guerrero dragón, el épico final de la saga. Una novela llena de magia, acción, aventura y drama. Extracto: Los ojos de Nimud se abrieron grandes cuando vio a Degoth. El arzoinquisidor jadeaba y se notaba cansado, pero era un hombre vigoroso. HabÃa estado usando poderes mágicos, lo que reducÃa su energÃa interna. Degoth sabÃa perfectamente bien que, aún asÃ, era un enemigo poderoso. La magia y la hechicerÃa estaba estrictamente prohibida en todo el reino. Los únicos que tenÃan permitido practicarla eran los paladines de la CofradÃa del Resplandor, y Nimud era uno de sus más talentosos. Su nombre comenzaba a ser leyenda por su naturaleza implacable y su carácter despiadado. —Te he buscado por todo el reino, dragón —dijo el arzoinquisidor—. TenÃa la esperanza de encontrarte aquÃ. Cuando la vi a ella, me emocioné. Supe que estarÃas cerca. Ignorándolo, Degoth se dirigió a Dina: —¿Estás bien? —Estoy bien. —Pero no parecÃa estarlo. Con la mano izquierda intentaba detener la hemorragia. TenÃa la cara pálida. Necesitaba atención médica inmediata. —Sal de aquà —le dijo Degoth—. Yo me encargo. —No —contestó ella—. Me quedo. El guerrero dragón maldijo para sus adentros. SabÃa que no la convencerÃa. Echó un vistazo a su alrededor. La batalla estaba perdida, y estaba seguro que pronto se darÃa la orden de rendirse. Nimud pareció leer su mente: —No, dragón. No te dejaré salir vivo de aquÃ. No me importa si tiras la espada, si levantas las manos, si ruegas por misericordia. Hoy se termina tu maldita vida.