El primer acto de Eduardo II al subir al trono fue llamar a Piers Gaveston, a quien su padre habÃa expulsado por considerarlo una mala influencia para su hijo. Pronto la devoción del rey por el astuto y avaro Gaveston serÃa un escándalo. Sin embargo, todos pensaron que con el matrimonio del rey con una de las más hermosas princesas de Europa, las inclinaciones de éste cambiarÃan. Pronto se vio que todos estaban equivocados. Isabel, la nueva reina, acostumbrada a la adulación, al principio se desconcertó. Después fue humillada por el rey. Pero ella no era mujer para olvidar ni para perdonar.