La patografÃa de Carlos II de Habsburgo (1661-1700) es apasionanteÂ… Se ha escrito que el último de los Austrias sufrió sarampión y varicela a los seis años de edad, rubéola a los diez y viruela a los once. Creció como un niño débil, raquÃtico y enfermizo; tenÃa frecuentes catarros, diarreas y vómitos; padecÃa ataques epilépticos; y presentaba un evidente retraso en su desarrollo psicomotor, pues cumplidos los seis años aún no habÃa aprendido a caminar. Sin embargo, lo más llamativo era su escaso desarrollo intelectual, porque tan sólo a los diez años comenzó a hablar de manera inteligible y nunca aprendió a escribir correctamente. Mostraba, además, arranques de cólera imprevisibles, y una adicción monoalimentaria al chocolate.La mayorÃa de los historiadores coinciden en atribuir la compleja patologÃa de Carlos II de España a la insólita consanguinidad de su linaje, fruto de la endogamia. Ésta podrÃa haber sido, por tanto, la causa o una de las causas del fin de la dinastÃa de los Austrias en España. Pero, lógicamente, en aquellos tiempos, nadie podÃa imaginarlo siquiera. Lo cierto es que Carlos II era incapaz de engendrar un heredero que le sucediera en el trono. No pudo ser con MarÃa Luisa de Orleans (1662-1689), durante sus diez años de matrimonio, hasta que la reina murió cuando contaba veintiséis años de edad, seguramente a causa de una apendicitis. Tampoco con Mariana de Neoburgo (1667-1740) a pesar de los magnÃficos antecedentes familiares que la nueva reina traÃa: sus padres habÃan tenido 23 hijos.Para la mentalidad de la época, la mejor explicación posible era el hechizo. Todos lo pensaban y el propio rey lo creÃaÂ… En 1698, él mismo autorizó que se llevaran a cabo las investigaciones oportunas para determinar cuál habÃa sido el hechizo que se le habÃa administrado, e iniciar asà el proceso de desencantamiento. Los resultados de tales investigaciones fueron contundentes y precisos: «…el hechizo se lo habÃan dado en una taza de chocolate el 3 de abril de 1675 en la que habÃan disuelto sesos de un ajusticiado para quitarle el gobierno, entrañas para quitarle la salud y riñones para corromperle el semen e impedir la generación…».Dadas las circunstancias, lo extraño no es que hubiera muerto a los treinta y nueve años sino que hubiera vivido tanto.