Le admiraban todos en la academia, pero tal admiración, lejos de exteriorizarse noblemente, se traducÃa en secreta envidia, en odio reconcentrado por parte de los más.¡Aquello de que el paria, como habÃan dado en llamarle, obtuviera siempre las mejores notas!Â…Tristán Mandel, objeto de la aversión, no hacÃa nada por destruirla. DirÃase que se colocaba al margen de todo lo que no fuera el logro de sus anhelos. ReducÃa el trato con los demás a lo estrictamente preciso y estudiaba a todas horas.Varias veces llegaron a sus oÃdos comentarios duros:—¡Es un necio!—¡Un presumido!—¡Se cree superior!—¡Nos desprecia!—¡Y el pobre diablo no tiene donde caerse muerto!Tristán, dominando el deseo de encararse con aquellos privilegiados de la fortuna y hacerles tragar los crueles adjetivos, se refugiaba en su cuarto, apretados los dientes, centelleantes los ojos.