Pasan los años y la historia de Morir en el Golfo, lejos de envejecer, cobra vigencia. Su descarada radiografÃa del poder en México parece no desvanecerse, como si los juegos de ambición contenidos en estas páginas tensas y vertiginosas hubieran salido de ellas para repartirse en todas partes. Morir en el Golfo es la puesta en escena de un pleito mortal. De un lado, la hermosa Anabela GuillaumÃn y su marido, el desorbitado polÃtico Francisco Rojano. Del otro, un cacique sindical petrolero, Lázaro Pizarro, encarnación extraordinaria del mundo corporativo y autoritario mexicano. En medio, el narrador de la historia, columnista influyente, arrastrado al pleito por su vieja cuenta de amores y amistad con Anabela y Rojano. Frente a ellos, testigo y árbitro, el personaje sin nombre, jefe de policÃa polÃtica del paÃs, responsable de la seguridad pública, administrador de las sombras y los secretos del estado. Por la precisión de sus trazos realistas, Morir en el Golfo fue leÃda en su momento como un retrato del caciquismo petrolero mexicano y una novela en clave. En un ensayo sobre los vasos comunicantes entre la ficción y la realidad, Aguilar CamÃn explica la génesis de sus novelas y advierte al lector, al tiempo que declara sus principios novelÃsticos: todos los personajes de estas obras, incluidos los reales, son imaginarios.