Dhrawn era un planeta que, entre otros inconvenientes, tenÃa una gravedad aplastante, cuarenta veces superior a la terrestre. Era evidentemente imposible para los terrÃcolas explorarlo. Por lo tanto, para llevarlo a cabo necesitarÃan colocar sobre aquella superficie a alguien dotado de inteligencia e iniciativa, pero psicológicamente más apropiado que los humanos. Los seres vivientes que mejor se ajustaban a esas exigencias eran los pequeños mesklinitas, dotados de una constitución resistente. Aunque se encontraban en un estadio cultural inferior, los humanos pensaban que no convenÃa suministrarles una elevada ayuda tecnológica para su cometido. En cambio, deberÃan controlar la exploración desde su seguro satélite en órbita a seis millones de millas de Dhrawn. Hasta el momento de descender allÃ, los tenaces, valientes e inteligentes mesklinitas estaban decididos a no ser contratados y deseosos por sà mismos de aceptar el fantástico desafÃo que las fuerzas de Dhrawn les presentaban.