Tras derrotar a Rahl el Oscuro, Richard se dispone a disfrutar de la
máxima recompensa a la que podría aspirar: el amor de Calan.
Pero,
inadvertidamente, el joven rasgó el velo que separa el mundo del vivo
del de los muertos y ahora debe enfrentarse al mal supremo, al temible
Custodio del inframundo, que intenta escapar. Para vencerlo, Richard
debe aprender a dominar sus incipientes talentos arcanos, pues de otro
modo morirá.
A no ser que Richard aprenda a controlar sus poderes,
nadie, ni siquiera su amada Calan, la poderosa pero benevolente Madre
Confesora, podrá salvar al mundo.