Las calles olÃan mal. A mezcla de escombros, orÃn, excrementos, animales muertos en estado de descomposición y toda clase de porquerÃas no imaginables. El ambiente de aquel barrio misterioso, sombrÃo y mezquino, último baluarte de una civilización que en su mismo cénit encontrara el ocaso, era denso y agobiante como doscientos años atrás. La vida de aquellos seres podÃa decirse que seguÃa igual. La lucha por la subsistencia seguÃa siendo tan primitiva como entonces. Frankie McCasland giró la cabeza levantando los ojos hacia el «Mirador de Europa».