Maravilloso y negligente descuido. Presidiendo el cruce de aquel par de magnÃficas y broncÃneas piernas que, al término de su cobriza tonalidad mostraba un apetecible sonrosado. Frankie McCasland, que hasta entonces escuchara en silencio el relato de la sugestiva Mildred, miró abiertamente aquel «cruce» que pedÃa con urgencia una señal de stop. Walter Cihac, el hombre que el Servicio Secreto Norteamericano habÃa afincado en Casablanca bajo la apariencia de un cansado millonario que enterraba sus dólares en la construcción de un sensacional motel a lo Miami, paseaba por la estancia con indiferente curiosidad. Los vivos e inquietos ojos negros de IS-009 se clavaron expresivamente en los de Frankie.