La mujer se detuvo repentinamente casi en mitad del pasillo que recorrÃa la planta baja de la residencia, de norte a sur. Se detuvo, sÃ. Como sobresaltada. Tensa. Lo mismo que si de pronto una garra enorme, monstruosa, llena de fuerza y poder, invisible a la vez, tirase de ella con furor. Sin duda se trataba de un reflejo condicionado. Porque en apariencia no existÃa motivo que justificara la detención tan inmediata que ella, la espléndida rubia, acababa de protagonizar.