EL MONSTRUO AMADO
Te quiero contar cómo me siento contigo. En la historia de la mitologÃa griega, antes de crear al hombre los dioses crearon un monstruo con cuatro piernas, cuatro brazos y era hermafrodita. Los dioses, al no recibir plegarias de este ser, fueron apagando su luz junto con su poder. Le mandaban a trabajar veinticuatro horas sin descanso, a cargar el doble de su peso y esta bestia nunca se quejaba. Ya que no le faltaba el trabajo y el amor, ella sola se complacÃa. El dios Zeus, envidioso de este ser, decidió lanzarle su feroz rayo y partirlo en dos, naciendo de ello el Hombre y la Mujer. Todos los dÃas recibÃan sus quejas y sus plegarias. Los dioses gozaban de su gran poder y la humanidad se cansaba con facilidad. El mando lo dictaban los grandes, pero ahà no acaba la historia. El mundo está lleno de esas mitades y, cuando conectan los mismos brazos, el peso se vuelve gravedad, las piernas aguantan veinticuatro horas de trabajo y los sexos se vuelven hermafroditas. Renace el ser perfecto que ni los dioses pueden detener.
CONVERSACIÓN CON EL DIABLO
Me levanté de mi cama en mi habitación, miré por la ventana para ver el paisaje. El amanecer como siempre luce con el sol, el agua del mar brilla. Mi mirada está congelada, miro a mi lado y me encuentro al mismo Diablo: túnica negra, la piel pálida y sin ningún pelo en su cabeza. Me mira con sus ojos de gato, yo sin poder mencionar palabra me quedo paralizado. Entonces él habló: —Dentro de tres dÃas llegará la tormenta, con ella traerá el caos. Lo observé y, con la mirada frÃa, permanecà callado. Pasó el primer dÃa, llegó el segundo y acto seguido el amanecer del tercero. El sol brillaba intenso, entonces me levanté, corrà las cortinas y observé el alba. Mi mirada oscurecÃa el sol, las nubes sepultaron el cielo y el gris bañó el paisaje. De repente, apareció el diablo y habló: —Hoy es el gran dÃa, es el dÃa que comienza el final de tu mundo. La tormenta arrasará todo lo verde y fresco que creaste. El desierto invadirá tu mente. En tu lugar, hasta yo tendrÃa miedo. Entonces pronuncié mis palabras:
—Yo no tengo miedo, porque el clima no es dueño de la tormenta. La tormenta soy yo, o sea que tú eres quien debes temerme. Comenzaré arrasando los campos, las tormentas eléctricas depositarán su furia en las copas de los árboles. Prenderé fuego a mi mundo, cuando el paisaje se bañe como un desierto en llamas, dejaré pasar tres dÃas. Es el tiempo estipulado que tardará en apagarse la última ceniza. Volveré a reconstruir los hogares, los campos serán sembrados y el sol me iluminará el camino. La mirada frÃa se apagará, cambiando la tormenta por la luz, pero hoy no. Hoy soy la tormenta. El diablo se dio la vuelta y se marchó.
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EL MONSTRUO AMADO
Te quiero contar cómo me siento contigo. En la historia de la mitologÃa griega, antes de crear al hombre los dioses crearon un monstruo con cuatro piernas, cuatro brazos y era hermafrodita. Los dioses, al no recibir plegarias de este ser, fueron apagando su luz junto con su poder. Le mandaban a trabajar veinticuatro horas sin descanso, a cargar el doble de su peso y esta bestia nunca se quejaba. Ya que no le faltaba el trabajo y el amor, ella sola se complacÃa. El dios Zeus, envidioso de este ser, decidió lanzarle su feroz rayo y partirlo en dos, naciendo de ello el Hombre y la Mujer. Todos los dÃas recibÃan sus quejas y sus plegarias. Los dioses gozaban de su gran poder y la humanidad se cansaba con facilidad. El mando lo dictaban los grandes, pero ahà no acaba la historia. El mundo está lleno de esas mitades y, cuando conectan los mismos brazos, el peso se vuelve gravedad, las piernas aguantan veinticuatro horas de trabajo y los sexos se vuelven hermafroditas. Renace el ser perfecto que ni los dioses pueden detener.
CONVERSACIÓN CON EL DIABLO
Me levanté de mi cama en mi habitación, miré por la ventana para ver el paisaje. El amanecer como siempre luce con el sol, el agua del mar brilla. Mi mirada está congelada, miro a mi lado y me encuentro al mismo Diablo: túnica negra, la piel pálida y sin ningún pelo en su cabeza. Me mira con sus ojos de gato, yo sin poder mencionar palabra me quedo paralizado. Entonces él habló: —Dentro de tres dÃas llegará la tormenta, con ella traerá el caos. Lo observé y, con la mirada frÃa, permanecà callado. Pasó el primer dÃa, llegó el segundo y acto seguido el amanecer del tercero. El sol brillaba intenso, entonces me levanté, corrà las cortinas y observé el alba. Mi mirada oscurecÃa el sol, las nubes sepultaron el cielo y el gris bañó el paisaje. De repente, apareció el diablo y habló: —Hoy es el gran dÃa, es el dÃa que comienza el final de tu mundo. La tormenta arrasará todo lo verde y fresco que creaste. El desierto invadirá tu mente. En tu lugar, hasta yo tendrÃa miedo. Entonces pronuncié mis palabras:
—Yo no tengo miedo, porque el clima no es dueño de la tormenta. La tormenta soy yo, o sea que tú eres quien debes temerme. Comenzaré arrasando los campos, las tormentas eléctricas depositarán su furia en las copas de los árboles. Prenderé fuego a mi mundo, cuando el paisaje se bañe como un desierto en llamas, dejaré pasar tres dÃas. Es el tiempo estipulado que tardará en apagarse la última ceniza. Volveré a reconstruir los hogares, los campos serán sembrados y el sol me iluminará el camino. La mirada frÃa se apagará, cambiando la tormenta por la luz, pero hoy no. Hoy soy la tormenta. El diablo se dio la vuelta y se marchó.Â