El recién llegado era de su misma altura y peso ysi bien las facciones diferÃan mucho, pues eran más duras, más angulosas ymenos atrayentes en general, daban la sensación de ser dos hombres bastantesimilares. En los ojos del recién llegado brillaba una luz deira que en vano trataba de contener. Dana, tranquilo, pero atento a cualquier reaccióndel recién llegado, le miró sin expresar en sus pupilas el efecto que leproducÃa el encuentro. En su rodar por el mundo, habÃa aprendido a ser dueño desus reacciones y no dejar traslucirlas antes de tiempo.