Un dÃa, el citado «sheriff» general, luciendo orgullosamente su estrella plateada al pecho y seguido de dos comisarios con iguales atributos en la solapa, se presentó en el poblado, reunió a los vecinos, les asustó un poco leyéndoles determinados artÃculos de un Código que todos desconocÃan y les impuso en la necesidad exigida por el Gobierno de nombrar un «sheriff» que le representarÃa y cuya autoridad nadie podrÃa discutir ni vejar porque se expondrÃan, según los casos, desde ir a la cárcel por una quincena a ser colgados de una cuerda en la rama más sólida de una encina.