En este libro se estudia el sistema naval del primer gran imperio de la Edad Moderna, el de los Habsburgo. Los territorios heredados por el emperador Carlos V fueron de tal extensión que únicamente la existencia de una marina permanente podÃa hacer viable su integración en una sola corona. Y en este sentido hay que decir que se diseñó un sistema naval razonablemente eficiente y sostenible, como lo prueba el hecho de que España dominase los mares durante buena parte de la Edad Moderna.
La financiación fue también muy diversa entre otras cosas porque hubiese resultado imposible financiar la defensa de todas las costas del Imperio con fondos regios. Por ello, queremos insistir en el hecho de que ni era posible tener una o varias armadas reales ni tan siquiera recomendable. El mantenimiento de todas las armadas del Imperio hubiese supuesto un coste superior a los dos millones de ducados anuales, cifras verdaderamente astronómicas e inasumibles para la Corona.
Se analiza la implantación del sistema de flotas para comerciar con las colonias, legislado a partir de 1564, como medio para defenderse de los corsarios. ZarparÃan dos anuales: una en abril y estarÃa integrada por los buques que se dirigÃan a Veracruz, Honduras y las islas antillanas, y la otra en agosto y estarÃa formada por los buques que se dirigÃan a Panamá, Cartagena, Santa Marta asà como a otros puertos de la costa norte. Un sistema eficaz que mantuvo la relación entre la metrópoli y sus colonias, pues en más de dos siglos apenas cayeron un par de flotas en manos de los enemigos.
Asimismo, en el siglo XVI tuvieron actividad al menos trece armadas permanentes, todas ellas analizadas rigurosamente en la obra de Mira Caballos, a saber: la de Vizcaya, la Guardacostas de AndalucÃa, la del Reino de Granada, la del Levante, la de Cataluña, la de Cerdeña, las italianas (de Génova, Nápoles y Sicilia) y las americanas (la de la Guarda de la Carrera, la del Caribe, la del Mar del Sur y la de Barlovento). Junto a estas escuadras se aprestaban a veces pequeñas flotillas, como la de Guipúzcoa o la de Galicia, que servÃan para proteger sus costas y se integraban en la Armada de Vizcaya cuando las circunstancias asà lo requerÃan. De nuevo un entramado naval que se distribuÃa por las distintas costas del imperio y que permitió a España mantener su superioridad en el mar hasta bien avanzado el siglo XVII.