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La tribuna de Emilia Pardo Bazán

de Emilia Pardo Bazán - Género: Realista
libro gratis La tribuna

Sinopsis

Se ha considerado siempre a «La Tribuna» como la novela en que Emilia Pardo Bazán ensaya la nueva técnica naturalista. No en vano aparece el mismo año que su defensa ardiente en «La cuestión palpitante». En ella el obrero, como capa social bien determinada, con sus connotaciones políticas y sociales, aparece por primera vez en el panorama novelístico español. La crisis marcada por la Revolución de 1868, la emancipación de la mujer trabajadora, las reivindicaciones laborales del incipiente proletariado, etcétera, constituyen la atmósfera espiritual que envuelve el mundo narrativo de esta obra.


El 16 de septiembre de 1851 nació en La Coruña Emilia Pardo Bazán y falleció en Madrid el 12 de mayo de 1921. Se cumple pues el segundo centenario de su muerte, por lo que este año desde Aurisecular la recordaremos dedicándole nuestro rincón de la memoria y por ello me apetecía que la primera crítica literaria de este 2021 fuese de una de sus novelas. He dudado con Los pazos de Ulloa que además, después del escándalo protagonizado por los Franco con otro pazo, resuelto favorablemente para el pueblo gallego, venía como anillo al dedo, pero no puedo resistirme a La Tribuna. Amparo ha sido mi debilidad desde que la leí de manera obligada para un trabajo de la Universidad. Vi en ella un reflejo de su autora pues ambas, a pesar de las adversidades de la época, supieron hacerse un hueco importante. Pardo Bazán no cabe duda de que ocupa uno de los lugares fundamentales en las letras universales. Demostró en todo momento que la mujer es capaz de hacer lo mismo que el hombre incluso en circunstancias hostiles, impensables para el género masculino. de hecho a los 14 años lee a Víctor Hugo quien le abre un mundo diferente. A los 16 se casa y tras tener hijos se separa. Funda la Biblioteca de la mujer. Es profesora de universidad, consejera de Instrucción pública. A pesar de todo, su situación en el ámbito cultural fue triste, despreciada por sus propios compañeros escritores que vieron en ella un peligro para su hombría.Leí La Tribuna y vi en su autora a una intelectual moderna, así que la he releído y, si bien es cierto que algunos pasajes han quedado un tanto anticuados, en general la obra podría seguir ostentando el honor de representar al feminismo y a la mujer trabajadora. Un feminismo entendido desde la igualdad porque las cigarreras de la fábrica en la que trabaja Amparo solo exigen mejores condiciones laborales, tal y como ya vienen disfrutando los hombres.Además, La Tribuna supone la primera novela en la que, en España, se utiliza la técnica naturalista. También Pardo Bazán es pionera en ir más allá del Realismo y convierte a su protagonista en una guía para que el lector descubra el entorno miserable de los suburbios frente a los lugares propios de la buena sociedad. Entre esos dos ambientes contrapuestos se levanta la fábrica de tabacos, un espacio totalmente cerrado que, también por contraste, supone una liberación para las cigarreras desde el momento en que se valoran como parte productiva de la sociedad.Este trabajo y la relación amorosa que mantendrá con un militar hacen que la Tribuna crea que su suerte ha cambiado, que podrá formar parte de la burguesía y vivir con su enamorado para siempre. Sin embargo la sombra determinista planea sobre ella, así que engañada y traicionada no le queda otro recurso que convencerse de que el amor no iguala las clases sociales y la superación social es imposible.El argumento se cuenta en tercera persona por un narrador omnisciente que relata la historia de Amparo, hija del barquillero Rosendo y una ex cigarrera, inválida, cuyas vidas se desarrollan, embrutecidas, en la más absoluta miseria «Ni miró la muchacha al señor Rosendo ni le dio los buenos días [?] y mientras el barquillero encendía estrepitosamente los fósforos y los aplicaba a las virutas, la chiquilla se puso a frotar con una piel de gamuza el enorme cañuto de hojalata donde se almacenaban los barquillos».La suerte de Amparo cambia cuando, entre el teniente Baltasar Sobrado y el capitán Borren, consiguen que entre a trabajar en la fábrica de tabacos. al estallar la Revolución, Amparo insta a sus compañeras a apoyar la causa con tal pasión y eficacia que, por sus dotes de oradora, llega a ser conocida como «la Tribuna del pueblo». Enamorada de Baltasar y este atraído por ella, comienzan un noviazgo. Relación difícil pues no es bien vista en el barrio pobre y poco a poco el militar se va cansando de ella hasta que, cuando queda embarazada, la deja. Avergonzada, se vuelca en su quehacer político promoviendo con éxito una huelga en la fábrica. Con la llegada de la República decide, esperanzada, sacar a su hijo adelante.Lo más importante de la novela es la crítica social «la mayor parte de los pobres no van a la escuela, solo aprenden a leer». Estamos en una sociedad que acepta las habladurías, que trata a la clase pobre como animales, que tolera las diferencias entre sexos, que deja para la mujer los asuntos religiosos mientras que la política es cosa de hombres, que no se plantea una igualdad entre clases sociales, o al menos un acercamiento, que el estamento militar es una institución que coarta la libertad de acción o palabra «soldado reenganchado calló primero por obediencia, luego por fatalismo y después por costumbre».Emilia Pardo Bazán incluyó en La Tribuna toda una serie de técnicas literarias para reforzar su reprobación: El protagonismo obrero nos acerca a las condiciones de vida precarias suburbanas que se van agrandando con procedimientos naturalistas, recursos de los que se vale igualmente para establecer un paralelismo entre la apariencia física y el estatus social, «hijo de una lavandera de las cercanías. Jacinto, o Chinto, tenía facciones abultadas e irregulares, piel de un moreno terroso, ojos pequeños y a flor de cara; en resumen, la fealdad tosca de un villano feudal».A través del naturalismo, la autora traza una sociología de la pobreza que se nos presenta animalizada y deforme: «Un elefancíaco enseñaba su rostro bulboso [?] lleno de pústulas?».La Tribuna, sin embargo, no es una novela social porque se preocupa más del retrato de los personajes que del problema. Mediante la técnica de la degradación en los datos físicos establece el carácter y puede ridiculizar o denunciar determinadas costumbres: «indirectas y burletas, subrayadas por la risa de sus labios flacos, por el fruncimiento de su hocico de roedor [?] daba pie a la Comadreja para crucificarle a puras chanzas, para clavarle mil alfileres, para abrasarle».Sin embargo la novela es un testimonio de la vida de las cigarreras y del pueblo humilde de Marineda (espacio ficticio de la Coruña) donde las operarias son cosificadas, con el objetivo principal de rebajarlas como seres humanos, hasta que ni siquiera gozan de individualismo pues todas forman «una enorme ensalada humana». Asimismo encontramos escenas cargadas de descripciones minuciosas que, aun resultando fruto de una documentada observación, recuerdan lo pintoresco del costumbrismo, «diríase que era la detonación de algún vergonzante petardo [?] las tocatas de la banda de música, hecha pedazos de puro soplar himnos y más himnos patrióticos, se empequeñecían en el libre y anchuroso espacio, hasta semejarse al estallido de una docena de buñuelos al caer en el aceite hirviendo».Es cierto que la novela refleja costumbres y personajes costumbristas, tipificados, pero por eso sobresale la manera en la que doña Emilia profundiza en la psique humana a través de Amparo. Su sistema de valores choca con los de su entorno, de ahí que percibamos en Amparo un reflejo de su autora. La Tribuna adquiere a lo largo de la trama un talante ético diferente que la dota de modernidad y la aleja de los arquetipos tradicionales. Amparo reclama el amparo para una clase social deprimida y para un sexo obligado por intereses masculinos. Amparo es el símbolo de toda una época, que alude a la independencia y justicia añoradas, y las reclama con orgullo y de manera constante, como Pardo Bazán reclamó en su momento lo que era de rigor para ella y para la mujer en general, «Pronta como un rayo, y con fuerzas que duplicaba la cólera, Amparo desbarató la encuadernada Biblia, hizo añicos las hojas volantes y lo disparó todo a la cara afilada del catequista».En realidad la protagonista se siente atraída por la burguesía, quiere escalar socialmente, por eso en cuanto empieza a trabajar y luego a salir con Baltasar, los contactos con su familia son esporádicos. Va tomando seguridad en ella misma al sentirse valorada por un colectivo, logra una solidaridad en la fábrica inusual anteriormente, y consigue atraer con sus palabras a sus compañeras, «El taller entero se embelesaba escuchándola y compartía sus afectos y sus odios». El factor educacional queda relegado al razonamiento por eso la clase pobre debe leer, para pensar por sí misma y hacer frente a la dureza de la burguesía.Lo que resaltamos aún hoy de la Tribuna es la importancia de la educación en la sociedad, una educación igual para todos. Pardo Bazán hizo desde esta novela un llamamiento al Estado para que asentara una serie de principios en la Educación, única vía posible para la igualdad y el desarrollo.Más de cien años después y aún tantos problemas con la educación estatal? Algunos deberían madurar esta idea. O leer La Tribuna. Enlace: https://elblogaurisecular.bl..
Aprovechando que este año es el centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán, decidí leer esta obra menos conocida de la autora. Emilia, estandarte del feminismo, fue una aristócrata gallega, poetisa, novelista, dramaturga, editora y pionera al convertirse en una de las primeras mujeres catedráticas. de todos es sabido también, la tórrida relación amorosa que tuvo con Benito Pérez Galdós, está claro que esta mujer hizo siempre lo que le dio la gana y vivió la vida como quiso y le apeteció.En La Tribuna, una de sus primeras novelas, nos trasladamos a Marineda (nombre ficticio para la Coruña natal de la autora), a la fábrica de tabacos local que daba cabida a cientos de mujeres y alimentaba a todo un pueblo. La historia, reflejo de la lucha de la clase obrera por sus derechos y germen de los movimientos sociales, acontece durante los años posteriores a la revolución de 1868 que supuso el derrocamiento y exilio de Isabel II, el gobierno provisional posterior y el final advenimiento de la República. Pero no es este un libro sólo político, el naturalismo, movimiento base de la literatura de Emilia emerge por todas sus páginas, reflejando la parte más cruda y desagradable de realidad y el salseo que tanto nos gusta, también aparece en forma de relación amorosa entre Amparo, nuestra Tribuna, perteneciente a la clase obrera y Baltasar, el señor acomodado de familia burguesa, un argumento más que clásico y resultón.Me ha gustado mucho esta nueva incursión en la autora. A pesar de que la novela, por partes, sobre todo al principio, se me hizo un poco pesada y no me estaba llenando como otras de sus obras, es bien cierto, que el final y en su conjunto, están muy a la altura y es más que recomendable. Animo a leerla, ya no sólo por su valor literario, si no por su valor histórico.
A cuarta hora, en clase de Plástica, a Ángel, apodado por todo el curso como cabezón debido a su enorme cráneo de homo sapiens no evolucionado -con los años, stripper reconocidísimo en el universo de las despedidas de soltera-, tuvo una idea brillante. Aprovechando la inclinación técnica de las mesas verdes, de otro tiempo, del aula de dibujo, pensó que sería gracioso arrearle una nalgada en el culo a su compañera del pupitre delantero, totalmente entregada en su ejercicio, con las piernas dobladas sobre el taburete, ofreciendo sus posaderas con toda la intención. Pobre Ángel que, tras la sonora palmada y unas risas compartidas con los colegas, que  le supieron a gloria, se encontró, de pronto tendido en el suelo, con la espalda dolorida tras el choque con la pared de acordeón que dividía el aula en dos. Y media cara marcada, por una niña de quince años, que se frotaba la muñeca, mientras le preguntaba si es que quería otra más. En aquella época estaba ella descubriendo a Emilia Pardo Bazán. Y a sí misma, claro. Empezaba a pensar que era cierto que algunos hombres se creían que gozaban de una postura privilegiada solo por haber nacido varones. Y, aún peor, que continuaban existiendo mujeres que asumían esta condición. Y hasta que la justificaban. Por eso, cuando leía La Tribuna (1883), considerada por muchos la primera novela naturalista española, subía y bajaba por el infierno de Dante que era aquella fábrica de tabaco de Marineda, trasunto de la Coruña, y se sentía orgullosa de Amparo, de la sororidad que latía entre todas las cigarreras y de su fuerza y valentía. Aunque no supiera gran cosa del feminismo, aprendió ya lo que quería ser, por las causas por las que merecía la pena pelear. Más firme que nunca, la igualdad, de géneros, de clases... crecía en la adolescente que un día fui y a la que, nunca más, se atrevió ningún chiquillo con el pavo subido a rozarle ni un rizo. Aunque llegara el amor, no en forma de oficial del ejército, a destrozar todo aquello en lo que siempre había creído. Y tuviera que volver a empezar. Una. Otra. Mil veces más. Pero siempre desde la conciencia de la libertad, de la compasión, de la defensa de los derechos y la pelea permanente con aquellos que pretendieran arrebatarnos la dignidad. Enlace: https://www.instagram.com/mi..