Un libro aburrido y a ratos incongruente. Hay libros que no tienen arreglo, este creo que sí se podia mejorar. No entiendo las reseñas positivas. A mi, como lector habitual, me confunden.
De estirpe cortazariana, cuentos que bordean lo fantástico, la locura, si es que no es lo mismo, la mirada distorsionada y distorsionadora de la realidad. A menudo poco o nada conclusivos y con un lenguaje que concede un peso fundamental al espacio, a los entornos enrarecidos donde transcurren estas historias de contornos imprecisos, pero con algo inquietante que se agita en su fondo. Así pues, Las cartas de Gerardo son las cartas con que comienza la agonía de una relación amorosa, pese a no haber nada sospechoso en ellas; relación cuyos restos agónicos son la única materia de un relato situado, con acierto, en un albergue de mala muerte. Se produce una transformación monstruosa en Estricnina, imposible escapar de ella, incluso huyendo a un lugar exótico del norte de África; cada vez más evidente, conlleva una nueva y más aguda percepción de lo real. Un inventor con tendencia al aislamiento sólo sabe inventar inventos estériles (La isla de los conejos), y cuando pone en práctica un truculento experimento con animales, el resultado será un eco, una simbiosis con la naturaleza de su propia interioridad solitaria y corrompida, que se basta a sí misma. Recuerdos inventados o no, verdades a medias, son parte de la memoria infantil (Regresión), comparable al misterio de una barriada pobre de las afueras, o a la amistad que de algún modo fue posible entre dos amigas que, con el tiempo, no tienen nada en común.En París périphérie el protagonista es el entorno suburbano de la capital francesa, en un relato sobre la desorientación, no solamente en un no-lugar de la periferia sino también en la vida del individuo, desconectado de sus semejantes
muy kafkiano. Sorprende el aire como decadente y poético en su estilización de Myotragus, con archiduques enfermos, Mallorca y su imaginario, las jerarquías del poder vistas desde la cima solitaria de esa jerarquía, y un animal extinto, la cabra-rata, como anhelo y núcleo de una obsesión por la mujer inalcanzada. En Notas para una arquitectura del infierno se dan cita la locura, la presencia del mal y un enigmático hermano mayor que entra y sale de la vida de un niño, luego adolescente que perseguirá su presencia fantasmal entre las iglesias, cementerios y lugares recónditos de Madrid, pero ¿quién persigue a quién? De lo más extraño este
tanto como la soñadora que sueña los sueños de quienes la rodean (La habitación de arriba), en lo que es una mirada con lupa hacia las personas insignificantes y casi sin vida propia, personalidad ni aspiraciones, que se mueven anónimas hasta el punto de la desaparición. Los fantasmas ahora se aparecen en Facebook (Memorial), como el de una madre que vuelve, así de inexplicable, a traer recuerdos a la memoria de su hija, aún en proceso de duelo. Locura y dependencia, o quizá realidad, en un relato tan fantástico como a la vez dolorosamente real.De nuevo la putrefacción literal en una pareja en Encía, la infección, la enfermedad, como lo único auténtico en medio de un conjunto de ficciones; una boda falsa, unas vacaciones, unas vidas precarias, una incomodidad persistente que deberá ser afrontada tarde o temprano. Y por último, La adivina, donde la vaga presencia de la adivinación no es siquiera algo en lo que creer; más bien es algo con lo que dar cierta forma a nuestras existencias en la cuerda floja, ya no en lo laboral, con los trabajos de mierda que tocan en suerte, sino en términos generales.
Autor del comentario: JACKNICHOLSON
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