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A corazón abierto de Elvira Lindo

de Elvira Lindo - Género: Histórico
libro gratis A corazón abierto

Sinopsis

Partiendo de un episodio ocurrido en Madrid en 1939, la narradora de esta historia cuenta la apasionada y tormentosa relación de sus padres, y cómo la personalidad desmedida de él y el corazón débil de ella marcaron el pulso de la vida de toda la familia.

A corazón abierto es una novela que recorre nuestro país a lo largo de un siglo de grandes cambios y encierra un homenaje a una generación, la de quienes permanecieron en España en la inmediata posguerra, aquellos que, sin queja ni lamento, se concentraron en sobrevivir. Desde la mirada empática y curiosa de una gran observadora que sabe transformar en ficción cada destello de la memoria, Elvira Lindo convierte a sus padres en personajes literarios para aproximarse a ellos con libertad, lucidez y sabiduría. Como si de una composición musical se tratara, cada capítulo es una demostración de gran técnica puesta al servicio del puro placer de narrar las luces y las sombras de un pasado convertido para siempre en gran literatura.


Casi cuatrocientas páginas de sentimientos encontrados. Los que deja traslucir la autora y los que ha provocado en mí. En todos los que las lean. Ningún lector quedara indiferente porque lo que subyace es el sentimiento de alguien que ha vivido, probablemente, la peor época de nuestro país. Los que no somos niños aún estamos marcados. El país está marcado. Sería bueno que hiciéramos como Elvira Lindo, un autoanálisis sincero de qué pasó en nuestra familia para entender por qué somos así.A corazón abierto no es una novela. Tampoco son confesiones. A corazón abierto no es una memoria histórica o familiar. Podría ser una memoria literaria. La familia Lindo adquiere tintes de personajes novelescos en cuyas acciones el dolor se mezcla con el amor y la ironía con el humor «cuando comenzaron a aflorar en España tantos casos de corrupción, solía decir: Hoy la gente se suicida poco». Lo curioso es que los impactos causados por una guerra cruenta han calado tan hondo que, como una tradición, van pasando por generaciones hasta que, sin más, nos vemos reflejados en algunos episodios. Los personajes literarios de la familia protagonista se convierten en el ser desvalido, rencoroso, que lucha en cada uno de nosotros para alcanzar la comprensión: «Hay traumas que en vez de brotar de una experiencia brutal se cuecen a fuego lento hasta conformar nuestro carácter. Si borrara mi trauma, ¿se desvanecerían los años de mi infancia?».¿Por qué la vida de un niño está marcada por el autoritarismo? Elvira Lindo se lo pregunta y da un salto atrás, a la infancia del padre dominante, para descubrir el mayor dolor que se puede sentir en la niñez, la soledad, la sensación de abandono, la falta de amor de su propia madre. Un niño que aprendió a mitigar su propio tormento a fuerza de no pensar, «como si hubiera aparecido por generación espontánea»; nada mejor para ello que la actividad constante y el alcohol. ¿Hasta dónde seríamos capaces de retroceder para entender todas las actuaciones del ser humano? No mucho, creo, porque llegaríamos a la conclusión de que, como preconizó Ortega, vivimos mediatizados por las circunstancias, e intentar salir de ellas es costoso. La autora se queda en esa generación previa a la suya para poder tener un respiro con las anteriores, «resumiré el rostro de mi abuela (mala) con un ejemplo de la pintura universal: se parecía al Papa Inocencio X que retrató Velázquez».Cuando se pretende escribir unas memorias la objetividad es muy difícil, pues cada uno siente lo ocurrido de manera distinta, cada uno enfoca el conflicto desde diferentes perspectivas. Elvira Lindo lo sabe, por eso, una vez convertidos en literatura sus recuerdos, diferentes episodios que encierran en realidad una profunda tristeza pueden ser abordados desde el humor, «Yo sueño con ser mayor y bañarme en Coca-Cola, como Cleopatra».La narración de A corazón abierto es fluida, con lenguaje coloquial la escritora se acerca a las relaciones familiares y profundiza en ellas, no las mirará de frente porque no aparecen desde una ventana; como en un caleidoscopio, diferentes caras se superponen hasta conformar una imagen global, capaz de romperse coherentemente en múltiples representaciones. El autoritarismo, la soledad, el victimismo, la ansiedad, la apariencia, lo profundo, el amor y el despotismo quedan analizados de forma minuciosa, sin censura. No hay un único encuadre; esto facilita la multiplicidad del narrador. Es cierto que la autora-narradora-protagonista medita en profundidad, aunque dé la impresión literaria de exponer conjeturas sobre las que no tiene un conocimiento exhaustivo. A veces, Elvira Lindo aparta a la protagonista-antihéroe para que las peripecias, contadas con diferentes dosis de humor, pasen a segundo plano y aparezcan las digresiones que sacuden la paz del lector, y la de la propia narradora, «Mi padre le regaló a mi madre un estuche con una sortija y unos pendientes. Mi madre no los quiso». Mediante la digresión el hilo argumental se desdobla para dar la impresión de que es la memoria imperfecta de la narradora su única fuente, de donde saca a la luz los pensamientos agolpados, pero en realidad es la auténtica dueña del discurso, por eso ofrece solo la información que cree necesaria, por eso unas veces repite los hechos hasta que los hemos interiorizado y otras, cuando se trata de referir historias como narradora testigo de lo ocurrido a otros personajes, es más recatada «Ella gritó, el Juaco salió de su escondite, y entre las dos redujeron al tío asqueroso a hostia limpia y se lo llevaron amenazado con una navaja a la comisaría».En ocasiones, el tono humorístico deviene melancólico, la voz del narrador pasa entonces de primera a tercera persona y ella, la protagonista real del libro, se aleja consecuentemente de su propio dolor; en el discurso narrativo irrumpen voces en estilo indirecto que subrayan la inseguridad angustiosa en la que se ve envuelta, «el corazón [?] sobre el que la niña, aun siendo ya grande para estar en brazos, se queda dormida [?] Apenas habla con la madre por teléfono porque está muy débil y se emociona, dice la tía [?] hasta que el padre anuncia que ha llegado el momento de ir a verla a Madrid».A corazón abierto alberga de manera razonable realidad y ficción, por lo que, a veces, la narradora puede construir un relato sin argumento en el que, más que escribir un libro parece como si representara el mundo a base de diseñar experiencias y perspectivas que permiten observar el proceso de su existencia. Perspectivas que varían según el personaje. «El hombre que dejó a su mujer tantas veces sola, hundida en el abandono, no soportaba la soledad, y no entendió la vida sin ella».Elvira Lindo concede gran importancia a la narración. Importa bastante el cómo se cuenta porque nos lleva directamente a la verdadera intención; ni siquiera en los desdoblamientos se complica la lectura. Las oraciones explicativas o comparativas son de gran provecho para lograr sus objetivos, «y mi madre sollozaba los domingos [?] una habitación asfixiante por su estrechez, como un vagón de tercera».Los poemas insertados expresan su propio sentimiento, la débil acusación, el perdón y la comprensión hacia toda una generación, hacia un país que, cincuenta años después, aún no sabe cómo salir adelante, cómo liberarse de la miseria emocional y cultural a la que fue sometidoque fuimos tan hijos como siervos, adoradores de la figura paterna hasta que conseguimos liberarnos de tu poderoso influjo. O tal vez noIndudablemente el eje vertebrador de la narración es el padre, no podía ser otra la figura sobresaliente de un país patriarcal, machista, capaz de anular a alguien que no fuera el hombre, egoísta y protector, tirano y paternalista. Las anáforas constantes dan fe de ello: «papá nos habla [?] papá ha visto [?] papá ha encontrado [?] papá ha deducido [?] papá conoce [?] papá habla [?] papá se las apaña [?] papá conocía [?] papá tomaba café [?] papá está tirando del hilo siempre».No hay belleza en la época de la posguerra, sí esperanza de ver belleza en los sentimientos, que se manifiestan con epítetos «tiernos nueve años», con aliteraciones que acentúan la fuerza de tanto dolor «tierra debiera ser el territorio en el que transcurren las vidas de los inocentes».Las antítesis paralelísticas reflejan la paradoja en la que se sumió todo un país, «que fuera protectora, que fuera cruel». Y las metáforas globalizadoras son el destello de quienes ahora mismo, «aquí estamos tus hijos y tus nietos», buscamos entender tanto dolor y rencor actual, un rencor que solo remitirá si, con dolor pero sin olvido, dejamos aquella época en «la luz del reposo eterno». Enlace: https://elblogaurisecular.bl..
Soy una enamorada de su marido. Antonio Muñoz Molina me tiene entre sus fieles seguidoras desde hace muchas décadas. A ella la conocía sólo vagamente, simplemente por ser su mujer y verla en algún documental o leyendo alguna entrevista, pero no por su obra literaria. El libro ha supuesto el descubrir a Elvira persona y no personaje a la sombra de? Puestos a inventar la imaginaba una mujer bastante distinta a la que se describe en este libro diría que biográfico. Tiene rebeldía y un carácter bastante más fuerte que el que su físico y su voz, suave y tranquilo, reflejan al exterior. Hay que ser muy valiente para desnudar así su vida y su intimidad familiar. Aunque explícitamente no habla de infelicidad en su infancia y juventud, sí que por lo que cuenta su gran imaginación fue la que suplió la soledad en la que vivía. No sé cómo les hubiese sentado a sus padres la imagen que plasma en el libro de ambos. Supongo que mal. A nadie nos gustan los reproches ni que se señalen nuestros defectos, pero creo que el escribir sobre ellos y sobre su infancia y adolescencia le ha servido como terapia para sacar fuera el dolor que le pudiese quedar aún por no sentirse plenamente querida. No sé hasta que punto esa figura paterna autoritaria y excesivamente social influyó para que buscase una pareja totalmente opuesta. Evidentemente no conozco a Muñoz Molina de nada, pero en apariencia es extremadamente tímido, al que le gusta pasar desapercibido y no se vanagloria de sus logros. También es una persona con un tono de voz bajo y al que las situaciones conflictivas le producen rechazo. Su padre era la antítesis. Eso no significa que fuese malo, pero era un carácter, por lo que cuenta Elvira, realmente apabullante. También nos habla de su madre, de su frágil salud y de su relación de amor-odio tanto con su marido como con sus hijos. Es un libro que toca temas tan íntimos que no sé hasta que punto yo hubiese sido capaz de abrirme así en canal y contar al mundo mis alegrías y mis miserias familiares. Eso sí, siempre intenta justificar lo malo que pueda escribir sobre sus progenitores describiendo como pudieron forjarse esos caracteres en una época de postguerra. Está muy bien narrado, aunque a veces he tenido la sensación de que se repetía y daba vueltas una y otra vez sobre un mismo asunto. Me ha gustado, aunque me haya quedado con sentimientos enfrentados, (aunque nunca por la novela en sí, sino por el hecho de si éticamente es correcto o no el haberla publicado). No soy quien para juzgar y si a ella psicológicamente le ha venido bien se lo aplaudo. También he pensado que es un acto de reconciliación con las figuras materna y paterna. Ojalá y cierre heridas y capitulos de su vida.
No había leído nada de esta mujer, había oído muchos comentarios sobre este libro y después de dar una visual sobre el argumento me lanzo a por ella. No me esperaba desde luego que su narrativa me impresionara, y lo ha hecho. Me ha encantado la cadencia, las palabras bonitas escogidas para formar frases y párrafos que te perforan el alma? La historia de su padre, de su infancia, ayuda en esas lindes por dura, por desgarradora y por ser ella la hija, en forma de narradora adulta y en forma de niña que se lo toma todo a guasa la que narra, muy lejos del victimismo.Unas vivencias que seguro son comunes a muchas personas de este país, pero que no por ello dejan de removerse las entrañas en la lectura. Durante toda la lectura leo como una Elvira niña, se habla a si misma con todo el cariño que no ha recibido en su infancia, desde esas carencias que su madre por enfermedad, su padre por imposibilidad, por portador de carencias mayores, son incapaces de ofrecerle. Nos relata esa vida nómada, esa enfermedad acuciante de la madre, esas relaciones tempestivas de los padres de las que los hijos sin ellos querer se ven abocados a tomar partido. Elvira regresa a su infancia y adopta esa voz infantil, esa mirada tierna y traviesa de la niña que fue, se sumerge en sus travesuras y nos las traslada en una narración llena de frases cargadas de un humor despreocupado, que no te arranca una carcajada pero si una sonrisa tierna. Nos lleva a su adolescencia una etapa difícil, y no se trata bien a si misma, es dura se muestra en las letras tal y como la memoria le devuelve su propia imágen. En esa adolescencia habla de un personaje, el único, creo, que dice que acabó queriendo, quizás porque necesita escribirlo, porque a los demás se supone que los quiere. Elvira ya me había ganado nombrando a Michelena en su relato, pero termina de ganarme cuando habla de Chejov, no puedo evitarlo, si a un escritor le gusta Chejov, a mi me gusta ese escritor.
Tras la muerte de sus padres, Elvira Lindo decide escribir sobre su vida, usándolos como protagonistas de una novela. Pero, mientras escribe, se va dando cuenta de que también fueron protagonistas en su vida y en la de sus hermanos, y estos, los niños, fueron solo personajes secundarios.Esta es una historia de amor, sobre una relación tóxica a partes iguales: el padre, autoritario, quiere ejercer de patriarca de la familia y que nadie le lleve la contraria; la madre, seguidora, pasiva, pero dependiente del amor de su marido, tanto que llega a ser enfermizo. Y alrededor, los niños y las niñas, dos de cada, cuatro en total. Niños que al principio se creen a pies juntillas todo lo que el fantasioso padre les cuenta, y ven a su madre fuerte y valiente, pero según van creciendo, se van dando cuenta de su error, y salen del ensimismamiento.En este libro la autora parece abrir de verdad su corazón, ya que lo que nos cuenta no es todo bonito ni divertido. Y es que la vida tiene siempre sus reveses, y no nos ofrece solo miel. Cada familia tiene sus tabúes, sus pérdidas de memoria comunes, sus fallos y vergüenzas, que normalmente se esconden muy bien, y Elvira Lindo ha sido muy valiente al sacar a la luz, en tinta y papel, todo esto y más. Sí, más, porque también nos muestra sus sentimientos hacia estas situaciones que vivió durante la vida de sus padres.El libro termina con un homenaje a sus padres que la autora hizo junto con unos músicos, (una de ellas era familiar suyo) en Berlín. Un conjunto de música y texto, que seguro qu merecería la pena escuchar, solo para recordar la historia que ha forjado, para bien y para mal, el carácter de Elvira Lindo.
Dependiendo de lo felices o desdichados que seamos en nuestros hogares, podemos tender o, bien, a idealizar a nuestra familia o, muy por el contrario, a presentarla como un verdadero lastre, como el origen de todas nuestras desgracias.Claro, aquí también entra en juego la distancia que hay entre lo que queremos narrar y el tiempo en el que aquello sucediese. Y, obviamente, está la cuestión de si en nuestras vidas actuales se encuentran presentes las personas de las que vamos a hablar o no.Así, entonces, podríamos fácilmente caer en el error de satanizar y exagerar los defectos de los nuestros, si nos encontramos padeciéndolos en el momento en el que elegimos hablar de ellos; o en el de divinizarlos y enaltecerlos, por el simple hecho de ya no tenerlos entre nosotros.Y, bueno, en esta obra ciertamente Elvira Lindo pudiera haberse decantado por la segunda opción, y mostrarnos, de ese modo, un retrato harto bondadoso para con sus padres, al haberse enfrentado hace relativamente poco a la pérdida de su progenitor. Sin embargo, aquí Lindo, lejos de brindarnos aquella imagen perfecta y poco creíble de la familia con la que ya no le es dado convivir, lo que hace es contarnos sucesos y anécdotas de una familia real e imperfecta en la que no había villanos ni héroes.En esta obra la autora hace una especie de homenaje a sus padres, a la vez que un ejercicio terapéutico y, esto, sin dejarse nada en el tintero... Porque, bueno, no hay nada suficientemente personal, vergonzoso ni doloroso para que Lindo no lo exponga en este libro, a través de una prosa hermosa y emotiva, que presenta incluso lo triste como algo tremendamente bello, sin lo que su vida no hubiese sido lo mismo y sin lo que no sería la mujer auténtica que es hoy.Una historia que nos muestra que nadie es perfecto, que todos tenemos flaquezas y que no deberíamos juzgar tan duramente a los que amamos y a los que nos aman, porque todos queremos de formas distintas, herimos, somos heridos y proyectamos en los otros tanto las luces como las tinieblas que tenemos dentro, como producto de experiencias pasadas.Puntuación: 4/5