«Es evidente que, de no haberme puesto a escribir este libro a los veintiún años, me hubiese suicidado. En el estado en que me hallaba en esa época, sólo podÃa escribir un libro excesivo y que en cierto momento raya en el delirio. El tÃtulo es pomposo y trivial a la vez. La expresión se utilizaba con mucha frecuencia en la rúbrica necrológica de los periódicos de entonces: a propósito del menor suicidio, se evocaban las “cimas de la desesperación”. Yo tenÃa varios tÃtulos, pero no acababa de decidirme por ninguno de ellos. Un dÃa, en el café al que acudÃa todas las tardes, pregunté al camarero: “De estos tÃtulos, ¿cuál prefiere?”. Me quedé con el que más le gusto a él. A casi todos los lectores de este libro les ha llamado la atención algo que me parece exacto: que contiene todos los temas —o, más precisamente, todas las obsesiones— que han dominado mi vida y que, afortunada o desgraciadamente, continúan haciéndolo». (E. M. Cioran).