Publicado por vez primera en 1937, año de su llegada a ParÃs, es éste el cuarto ensayo de E. M. Cioran, escrito todavÃa en rumano, y el único por ahora entre los aparecidos en esa lengua que el autor, sólo muy recientemente (1986), ha autorizado traducir. Esta circunstancia suma al libro un interés añadido: el que se desprende de la confrontación entre el Cioran actual y el de los años treinta, lo que nos permite descubrir en qué medida sus obsesiones y sus pasiones siguen siendo las mismas y qué cambios ha producido en el pensamiento del autor el paso de los años.
Una pasión mÃstica en un mundo sin Dios. O, en palabras del propio Cioran, «la pasión de lo absoluto en un alma escéptica»: tal es la paradoja existencial sobre la que rondan en permanente asedio los aforismos reunidos en este volumen. Constantemente, la santidad y la mÃstica aparecen en estas páginas como emblemas de una actitud vital situada en las antÃpodas del hombre moderno, quien ha convertido en sentimiento trágico esa indiferencia hacia el devenir humano a través de la cual santos y mÃsticos se fundieron en la divinidad.
El propio Cioran terminarÃa por deplorar su antiguo fervor por las santas y por la mÃstica, «esa sensualidad trascendente», pero nunca ha abandonado su fascinación por ese atributo de la santidad, las lágrimas, que constituyen dentro de la obra entera de Cioran una «imagen clave», anunciada ya aquà como objeto de una «obsesión profunda y reveladora».
Por otra parte —y no podÃa ser de otro modo— en este libro más que en ningún otro Cioran explaya su fascinación por España, por su paisaje y por su arte, por su tradición espiritual. «El mérito de España», escribe, «ha consistido no sólo en haber cultivado lo excesivo y lo insensato, sino también en haber demostrado que el vértigo es el clima normal del hombre que ha suprimido la distancia entre el cielo y la tierra».