Un disparo silbó junto a su cabeza. Rozó las alas de su raÃdo sombrero, perdiéndose luego la bala en el vacÃo. Espoleo con más fuerza a su caballo, y éste aceleró su cabalgada con un relincho de dolor.
A Timothy le dolió hacer eso. Era incapaz de hacer sufrir a un animal, y querÃa a su montura como a un viejo amigo. Pero no podÃa hacer otra cosa. Se trataba de su vida. Y de algo más que su vida: también estaba en juego la de los suyos.