La mano cayó sobre su boca. Luego, sobre la nariz.
Chorreó sangre, y el paladar sintió el salobre, viscoso gusto. Sacudió la cabeza, justamente cuando recibÃa otro bofetón tremendo. Ahora le alcanzaron en la sien, y su cabeza se llenó de zumbidos, luces y punzadas lacerantes.
—Dejadlo —dijo alguien.
Jack Mulligan le agradeció eso a aquel alguien. Le parecÃa que era el capitán Bakers, pero no estaba seguro. No podÃa estarlo de nada. Uno de los golpes le habÃa partido la ceja y también de allà salió sangre, cegándole. No veÃa nada. Y los oÃdos, sólo parecÃan útiles para registrar zumbidos enloquecedores.