El martillo descargó cuatro secos golpes en cada esquina del papel rectangular.
El pliego quedó adherido al tronco del árbol, con los cuatro clavos hundidos firmemente en la madera. La mano dura, nervuda, sabÃa cómo hacer esas cosas. El hombre era experto en ir clavando pasquines, sobre árboles, postes telegráficos o tablones de anuncios.