Cuando rondaba la treintena, David Carr era adicto a las drogas. Y manipulaba a quien hiciera falta con tal de conseguir otra dosis. Y bebÃa sin medida. Y agotaba la paciencia de sus empleadores. Y vendÃa cocaÃna defectuosa. Y las terapias de desintoxicación no le surtÃan ningún efecto. Y golpeaba a su pareja. Y tuvo que dejar a sus hijas en una casa de acogida porque era incapaz de cuidarlas.Antes de cumplir la cincuentena, David Carr habÃa dejado atrás sus adicciones, ya no dependÃa de los servicios sociales, habÃa recuperado la custodia de sus hijas, habÃa superado un cáncer, se habÃa casado nuevamente y mantenÃa una relación muy sana con su mujer, y habÃa escalado posiciones en el periodismo hasta convertirse en uno de los escritores más respetados de The New York Times.Ambos retratos, pese a los veinte años transcurridos, pertenecen a la misma persona. En La noche de la pistola, David Carr investiga su propio pasado. Y lo hace valiéndose de las herramientas propias del periodismo: se sumerge en archivos policiales, desempolva expedientes médicos y, sobre todo, entrevista a sesenta personas que le quisieron y le sufrieron. David Carr se enfrenta a los episodios más oscuros de su vida para quitar el maquillaje que, conscientemente o no, todos vertimos sobre nuestras biografÃas.