«El viento levantó oleadas de polvo en la extensión desértica que me rodeaba.
Era un fenómeno habitual en semejante lugar. Sin embargo, sentà un estremecimiento.
Creo que fue la primera vez que intuà algo. Luego, sucederÃa en otras ocasiones. Pero aquella fue la primera. Como una premonición. Instintivamente, sentà miedo. Miedo irracional, quizá estúpido.
No habÃa razón para estremecerse. El calor era intenso y muy seco. Sin embargo, sucedió asÃ. Contemplé la piedra que acababa de desenterrar. El sol hizo destellar su gastada superficie verdosa con un brillo mortecino, y tuve la impresión de que, bajo el polvo acumulado en ella durante siglos, habÃa inscripciones en la piedra singular. Pero tendrÃa tiempo y medios para limpiarla y examinarla concienzudamente en la tienda, más tarde, o quizá en el museo, posteriormente».