Contempló el teléfono. Dudó. No sabÃa si descolgarlo y llamar. O dejarlo como estaba, no acercarse a él, no marcar ningún número, no hablar con nadie. Se pasó una mano por el rostro. La retiró mojada. Su piel estaba húmeda de sudor. Especialmente en la frente, surcada de arrugas profundas. Notaba frÃas gotas deslizándose hasta sus cejas. Sin embargo, no hacÃa calor. Por el contrario, la noche era desapacible y brumosa. HabÃa llovido con cierta intensidad por la tarde y, de ser cierto lo que dijera el meteorólogo en la televisión, volverÃa a llover fuertemente durante la madrugada.