Acababa de abandonar el monorraÃl D-107, para tomar una de las aceras rodantes del Nivel Seis de la ciudad, rumbo al centro urbano de Cosmópolis. Como cada dÃa desde que trabajaba en el Centro de Investigaciones AnalÃticas del Estado. Era un dÃa fresco, soleado y apacible. Entre los grandes bloques cromados de la zona comercial, se alzaban los alegres jardines repletos de niños jugando en sus horas de recreo. Sobre nuestras cabezas, los aerotaxis y los turbomóviles se deslizaban con graciosa ingravidez por entre el bosque de edificios verticales, rectilÃneos y armónicos