Nunca tuve que venir aquÃ. Pero pienso que de eso no tuve culpa alguna. El destino jugó conmigo despiadadamente. Sólo asà puede explicarse que, tras mi viaje interminable a Bucarest, decidiera cruzar la frontera rumano-húngara, para cruzar por esta región, y detenerme aquà a causa del retraso de los ferrocarriles y carruajes tras las últimas y fuertes nevadas.
AquÃ, en TransilvaniaÂ…
Y en Transilvania me ha tenido que suceder. A mÃ, Gordon RoseÂ…
¡Dios mÃo, aún ahora lo pienso, en esta mañana nublada pero de radiante luz reflejada en las nieves que nos rodean, y me parece imposible que ello haya ocurrido!
Pero no hay ninguna duda. No fue un sueño. Las manchas de sangre, sobre el embozo de la cama y la almohada, las dos profundas e hinchadas huellas en mi hombro…No. No hay duda. La mordedura existe. Y yo sé lo que eso significa.
Yo sé que ya no existe remedio para mÃ, después de que el monstruo penetró en mi alcoba y clavó en mi carne sus colmillos anoche, después de sonar las campanadas de la medianoche en la iglesia del pequeño pueblo vecinoÂ…
Yo sé que ahora, mi destino sólo puede ser ya uno.
Yo sé que voy a ser un vampiro.