El relámpago iluminó fugazmente, con una claridad lÃvida, el andén de la pequeña estación provinciana. El trueno sonó todavÃa. Pero el aire olÃa a sulfuro y a humedad. La lluvia no podÃa tardar mucho.
El viajero miró su reloj, impaciente. Luego, escudriñó las vÃas, largas y brillantes bajo la luz solitaria que brillaba en lo alto de una torre metálica, junto a un puente y un depósito de agua, a la entrada de la estación. En otra vÃa muerta, varios vagones de mercancÃas permanecÃan a la espera de alguna carga o del enganche de una locomotora.