Sé que, llegada a este punto, te preguntarás si no es esto realmente una pura locura, y estoy empezando a convertir mi misiva exasperada y final en una sucesión grotesca de absurdos sin el menor sentido.
No es asÃ, Mabel querida. Estoy diciendo la verdad, la increÃble verdad que yo mismo afronté, cara a cara, aquel gélido dÃa infernal, mientras la nieve caÃa copiosamente sobre Colchester, y el espejo me devolvÃa la imagen de un hombre perfectamente desconocido para mi, de un ser a quien jamás habÃa visto antes en mi vidaÂ… y que, sin embargo, era yo, yo mismo.