«La mano tomó la pluma del artÃstico tintero de cristal tallado. Comenzó a escribir sobre el papel timbrado, color marfil, de excelente calidad. La punta de la pluma producÃa un leve rasgueo, como si escribiera sobre un papiro.
El texto parecÃa bien meditado, fruto de una previa decisión de quien escribÃa con elegante, cursiva letra de afilados trazos, quizá denotando grafológicamente una indiscutible energÃa en su autor.
Una tragedia comenzaba de tan simple manera. Sus destinatarios, al leer la invitación, pensarÃan que era el epÃlogo a una vieja tragedia. Pero en modo alguno se les ocurrirÃa imaginar que era el prólogo, a la vez, para otra tragedia nueva».