Era agradable encontrarse viajando ya, por encima del Canal de la Mancha. Atrás se quedaba Londres. Y con Londres la popularidad, el revuelo, las molestias de ser repentinamente demasiado conocido de la gente. Algo que no encaja en mi profesión. Lo menos que debe ser un detective privadoÂ… es popular. Ya no me era posible investigar un caso cualquiera, sin que la gente a quien yo debÃa vigilar o espiar, se volvieran, señalándome y diciendo con sorpresa: —¡Mira, si es Robin Madison, el detective!