Pareció vacilar unos momentos. Miró a uno y otro lado de la apacible y recoleta calle londinense, apenas transitada a aquella hora de la tarde y con tan frÃo cierzo recorriendo su trazado y levantando la hojarasca caÃda de los árboles situados tras las verjas de las viviendas tradicionalmente británicas.
Luego, con una repentina decisión, subió dos escalones y pulsó el timbre situado a un lado de la puerta, justamente bajo la placa de latón. Esperó pacientemente.