Iris miró atrás, con ojos en los que se expresaba claramente el miedo. Sus pupilas violáceas, jaspeadas y hermosas, brillaban con un fulgor cristalino, dilatadas y temerosas.
Sin embargo, no habÃa nadie tras ella. Sólo la noche. La inmensa noche cuajada de astros, nebulosas y constelaciones radiantes, destacando como hacinamiento de diamantes sobre el negro terciopelo del infinito. Allà todo se mostraba tranquilo, pacÃfico.
Ella sabÃa lo engañoso que podÃa ser todo ello. Lo falso de esas apariencias de sosiego y paz. Detrás de esa mentira se ocultaba un horror sin lÃmites. Algo que podÃa alcanzarla a ella en cualquier momento.