Fue idea suya. Enteramentesuya. Al menos en eso. Richard no tuvo culpa alguna.
Pero tanto daba, a fin de cuentas, de quién hubiera sido la idea. El desastre ocurrió de todosmodos. Y ni siquiera pudo culpar deello a Emily. Porque para cuando eldesastre hubo ocurrido, Emily estaba muerta. Y la hermosa, idÃlica luna demiel de Richard Bowman, se habÃa terminado trágicamente. Asà habÃa sido todo de rápidoy de terrible.