Los museos abandonados obtiene el Premio de Narrativa de la editorial Arca, Montevideo, Uruguay, en 1968. Un año decisivo en la historia de América Latina. La muerte está en las calles; la obcecació en el poder; el poder pierde sus máscaras. Evidentemente, es hora de abandonar los museos, con sus estatuas que perdieron vigencia, sus momias acalambradas en gesto hipócrita, y también con sus irreparables deterioros y su olor a podrido. Es hora de salir al aire libre. No piense el lector que Cristina Peri Rossi dice este mensaje con la exactitud y la puntualidad de un teorema o de un panfleto. De ningún modo; la narradora (que conoce bien su oficio y maneja hábilmente su instrumento) instala su convicció en una alegorÃa, pero luego ésta funciona de acuerdo a leyes alegóricas y no a pasamanerÃa polÃtica. Para decir lo que quiere decir o lo que intuye, revisa el anaquel mitológico y extrae Ariadnas y EurÃdices, pero de inmediato ajusta los tornillos a los presupuestos mÃticos, y al poner al dÃa sus sÃmbolos, los hace rendir significados nuevos. Ahora sà hay presencias definitivamente fantasmales: son las viejas maneras de concebir arte y vida, muerte y justicia. A veces llega a pensarse que el mundo total es un gran museo destinado a quedarse solo, y esta imagen está precisamente refrendada por el primer relato, el único que transcurre fuera de los vacantes repositorios culturales. Mario Benedetti