—¿Cómo? No me digas que tu hija es maestra.
—A trancas y barrancas, como César, llegó a ser perito agrÃcola. Pero llegaron los dos. Yo no tenÃa derecho a enterrarlos aquÃ. ¿Sabes? Con un poco de influencia, he logrado que a Lina le correspondiera esta escuela —y de repente—. Oye. ¿Y tú chica? ¿La has traÃdo ya de ese pensionado tan elegante?
—De ella quiero hablarte.
—¿Ah? ¿Le ocurre algo?
—Pues sÃ.
—Venga —rio Ricardo—. Venga, di lo que sea. Ya sabes que soy tu hermano y si en algo puedo servirte…
—Podrás. Después de mucho pensar, he llegado a la conclusión de que sólo vosotros podéis ayudarme. La he malcriado. La he dado demasiadas cosas… Ahora piensa que por fuerza todo debe pertenecerle.