—Estamos arruinadas —dijo Romy súbitamente, con gran firmeza.
Yo me estremecÃ, pero aún no me atrevÃa a mirar a Romy. OÃa su voz diferente, firme, escueta, casi ronca.
No preguntaba. De repente se dirÃa que un presentimiento la asaltaba y no querÃa huir de él. —SÃ, Romy. Asà es. Hace mucho tiempo que venÃamos tu madre y yo haciendo muchos equilibrios para ocultaros la situación económica. Cuando hace años falleció tu padre, yo le sugerà a tu madre, que en paz descanse, la fórmula para evitar el terrible desenlace. Vender la gran casona añeja, llena de gratos e Ãntimos recuerdos y esplendores pasados. Alguna tierra, para hacer frente a la situación crÃtica. Tu madre se negó.