No era bonita Mary, no; pero tenÃa, en cambio, algo en su persona que atraÃa y subyugaba. Su rostro de óvalo perfecto, aunque con pómulos un tanto agudizados, poseÃa un sello tan personal que nadie, después de contemplarla, se hubiera atrevido a negar su atractivo, que se manifestaba en los menores gestos y rasgos de la carita de epidermis blanca, donde la boca grande dejaba ver unos dientes irregulares, salpicados con dos gotas de oro que hacÃan resaltar aquellos labios sensuales, siempre húmedos y entreabiertos como pidiendo, vehementes, una caricia. Enmarcaba el exótico rostro una cabellera rojiza, sedosa y brillante, donde se perdÃa la mirada codiciosa del apasionado varón.