Tomaban el café en el salón. Lawrence Morris miraba a su hija a hurtadillas. TenÃa algo que decirle, mas era obvio que no sabÃa cómo abordar el tema. Laura era una chiquilla deliciosa, ciertamente, pero lo que él tenÃa que comunicarle no era, ni mucho menos, un chiste.
HacÃa rato que aguardaba una oportunidad para iniciar el asunto. Laura se hallaba sentada ante la chimenea, y de vez en cuando, como abstraÃda, se inclinaba hacia el fuego y removÃa unos troncos con el hierro.
—Laura —empezó.
La joven levantó la cabeza.