No es que Pia Mier (él conocÃa el nombre porque se lo preguntó al encargado de la nómina de la casa exportadora que tenÃa sus oficinas frente a su agencia de compra-venta de inmuebles) fuese una belleza. Nada de eso. HabÃa en su misma oficina, chicas más guapas. Infinitamente más. Pero aquella tenÃa algo distinto, con no ser tan bella. Un atractivo singular. Una madurez fuera de lo habitual. Una serenidad en la mirada, que hablaba de su sensatez. Y tenÃa la nariz respingona, y al sonreÃr se le formaban dos hoyuelos en las mejillas, y sobre todo, tenÃa una esbeltez casi quebradiza. Era femenina cien por cien, y además a él le gustaba. ¿No era suficiente para estar allÃ?