—No me oyes. Oscar.
En efecto, no la oÃa muy bien. La culpa de todo la tenÃa el zumbido de la máquina de afeitar. Pero no podÃa detenerlo. TenÃa tanta prisa.
—¿Qué hora es, Mónica?
—Pero, Oscar. Te estoy hablando de Mel.
—¿Tiene paperas? —sacudió la máquina. ¡TenÃa tanta prisa! No le parecÃa que afeitara bien. Seguro que estaba sucia—. ¿Sabes qué hora es, Mónica?