—Pero, Mary Cris...
—Lo dicho, tÃa Juliana. Estoy harta, harta, harta.
—Pero si has llegado el sábado, querida, y hoy es jueves.
—¿Y te parecen pocos cinco dÃas? ¡Oh, tÃa Juliana, tú no sabes lo que supone para mà este cambio tan brusco y tan poco en consonancia con mi modo de ser!
—Lo comprendo, hijita.
MarÃa Cristina Salgado —alta, esbelta, bonita y moderna, con unos ojos azules asà de grandes— dio la vuelta en redondo y clavó la sagacidad de sus inmensos ojos en la solterona.