Él era un hombre de unos treinta y dos años, pero por su aspecto grave y retraÃdo, se dirÃa que tenÃa cuarenta. Hablaba poco, casi nunca sonreÃa y sus facciones un tanto duras, le daban aspecto de hombre poco sociable Pero lo era. Elegante, de pelo negro, ojos grises como el acero, aspecto franco. Muy alto, muy delgado, vestÃa con elegancia y tenÃa lo que se dice distinción innata. Un digno hijo de sus muy ilustres antepasados. Llevaba su tÃtulo de lord Baker con absoluta dignidad y era muy estimado y apreciado en el mundo de las finanzas. Millonario y mundano, inteligente y culto, Lawrence Baker suponÃa en el mundo elegante de Nueva York un partido envidiable, por el que suspiraban todas las mamás que pretendÃan casar bien a sus hijas.