Era gentil y bonita. No es que poseyera una gran belleza ni que los rasgos de su rostro llamaran poderosamente la atención, no. TenÃa algo en la mirada de sus ojos negros, en el rictus de la boca, en los mismos movimientos de su cuerpo menudo que atraÃa y subyugaba. Nada de rasgos clásicos, y, sin embargo, la figura en conjunto guardaba algo que llamaba las miradas masculinas, donde se retrataba un deseo casi enfermizo de analizar en el fondo del alma de aquella chiquilla un poco indiferente, cuyos ojos negros hacÃa tiempo que no sabÃan reÃr. ¿Por qué Emma perdió la risa de su boca, la mirada luminosa de sus pupilas soñadoras que antes, cuando él no habÃa aparecido en su vida, sabÃa reÃr y jugar?